Josep GarcÃa
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En una ciudad de cuyo nombre no me acuerdo tenÃan abierta su oficina dos famosos adivinos. La gente de la ciudad y del paÃs recurrÃa a ellos para emprender cualquier empresa, ya fuese laboral o amatoria. Su fama era tan grande que absolutamente nadie emprendÃa una empresa importante sin pasar por su consulta. No habÃa un solo matrimonio que no hubiese sido bendecido por sus predicciones, ni un solo nacimiento.

Los estudiantes decidÃan su trayectoria curricular en base a sus artes para ver el futuro. Los trabajadores cambiaban de empresa según las recomendaciones de los adivinos, los empresarios abrÃan y cerraban instalaciones según las visiones que tenÃan estos visionarios de lo que estaba por venir.
PolÃticos y militares esperaban pacientemente a la puerta de sus consultas para iniciar, o no, campañas.
El hado, la casualidad, el azar, el destino, cada uno le de el nombre que quiera, hizo que uno de los adivinos cayese en desgracia. Su negligencia fue preguntar:

-¿Quién es?,-un dÃa que llamaron a su puerta.

El desliz se corrió entre la multitud y el adivino dejó de tener clientela y ganancias. Alguna versión dice que fue el otro adivino que, deseoso de quedarse con el monopolio de la adivinación, hizo alguna especie de maleficio para enturbiar la visión de su rival y, ante testigos, llamó a la puerta de este para hacerle caer en desgracia.

La verdad nunca se sabrá. Lo cierto es, que el adivino caÃdo en desgracia maquinó una venganza contra su rival.

Aprovechó un acto público. El acto, convocado anualmente por los poderes de la ciudad, consistÃa en que el adivino hiciese una serie de predicciones ante toda la ciudad. Si transcurrido un año, la ciudad habÃa progresado, los ciudadanos cedÃan parte de sus ganancias al adivino, como una especie de donativo.
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El adivino caÃdo en desgracia maquinó presentarse ante su rival y desenmascararlo mediante una treta. Tomó un canario y lo ocultó en su bolsillo, asiéndolo con la mano. Al presentarse ante su rival le plantearÃa la siguiente pregunta:

-Esto que tengo en el bolsillo, ¿está vivo o muerto?

Si el adivino respondÃa vivo, lo matarÃa y lo mostrarÃa a la ciudad. Si por el contrario, respondÃa muerto, lo sacarÃa vivo de su bolsillo y de esta manera triunfarÃa sobre su rival. Era un plan perfecto. No tenÃa una sola fisura. Al acercarse el momento, se presentó ante su rival y le planteó la pregunta:

-Esto que tengo en el bolsillo, ¿está vivo o muerto?

Su rival respondió:
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-De ti depende.


Josep GarcÃa.


Basada en una antigua anécdota sobre el oráculo de Delfos.
Pipo Gómez iba a sexto de primaria. Cuatro ojos,
enclenque y patoso. Era un horror en el fútbol.
Quique Perla siempre decÃa que con Pipo habÃa
nacido una nueva demarcación en el mundo del
balompié, la de medio estorbo. Me gustarÃa decir
que Pipo era alguien especial. Pero serÃa mentir.
Pipo Gómez era un niño de sexto, normal y
corriente, poco agraciado y con dificultades en sus
estudios. Pero no se rindió...
Una historia emotiva y tierna. Nos enseña con un
lenguaje sencillo y desenfadado, que podemos
aprender mucho de las iniciativas de los más
jóvenes.
Una historia de tenacidad, amor, solidaridad y
esperanza. Si creemos en las personas que tenemos
a nuestro lado podemos cambiar el mundo.